sábado, 30 de octubre de 2021

The Other Side. Reglamento. Cuarta parte.

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Entrada previa: The Other Side. Reglamento. Tercera Parte.


Juicio por combate

Escrito por Justin Gibbs

La cuarta y última parte del Reglamento de The Other Side es el relato corto que ocupa el final del libro. La sinopsis es la siguiente: la Capitán Samantha Thrace está siendo juzgada por un tribunal del Imperio Inglés por cargos de cobardía y deserción. Entre ella y la soga no solo está su testimonio, también el de dos personajes que hasta este momento no han tenido una ocasión de brillar por sí mismas en lo que llevamos de libro: Kassa Okoye, una Coronel Ingeniera de la División de Acorazados de Abyssinia, y Margaret Belle, la mejor agente de campo de espionaje que el gobierno británico tiene a su disposición. El relato en sí brilla por varios motivos, siendo el primero lo bien que caracteriza a las tres protagonistas. Segundo, es que tiene muy buen ritmo y se hace ameno de leer. Finalmente, es toda la información y perspectiva que otorga de las facciones de la Tierra con respecto a los enemigos antinaturales que están combatiendo. Para situarnos en contexto, apenas han pasado unas pocas semanas desde la Batalla de Londres y los gobiernos del mundo tienen más preguntas que respuestas. Los avistamientos de las Hordas Gorgojeantes y los buques desaparecidos son cada vez más habituales, al tiempo que la aparición de grupos sectarios por todo el mundo ha abierto varias investigaciones para averiguar qué implicación puede haber tenido la Iglesia del Hombre Ardiente en la surgimiento de la criatura que voló sobre Londres hace unas semanas, desconociendo hasta qué punto es peligroso el culto que inició Ephraim Wade o incluso, si las Hordas y el Culto podrían estar trabajando conjuntamente. 



Primer testimonio: Coronel Kassa Okoye


La acusación sienta en el estrado al primer testigo de la defensa, Kassa Okoye. Desde un primer momento queda claro que la acusación está dispuesta a todo por llevar a Thrace al cadalso, no ya por una cuestión personal, sino porque la condena a muerte de Thrace por un tribunal inglés se vería como una victoria política sobre el Gremio. El testimonio de Kassa comienza con ella narrando el día en el que Samantha llegó al puerto de Djibouiti para un ejercicio diplomático. En principio, Kassa no solo desconfía del Gremio y de su "enviada diplomática", es que se muestra abiertamente hostil ante lo que ella ve como un peligro para su país y un rival que tarde o temprano, atacará a Abyssinia, espetándole a Thrace todo esto que acabo de decir sin un ápice de duda. Thrace se lo toma con indiferencia, poco interesada en las teorías conspirativas de Kassa. La Teniente Ingeniera tiene meridianamente claro que solo está dispuesta a enseñarle a la Capitán Thrace alguna pieza de tecnología obsoleta con la que pueda impresionarla, sin dejar que ella se acerque a su arsenal más moderno, no queriendo ceder ni una sola pieza de información que pueda ira a parar a los superiores de Thrace. La demostración en cuestión va a ser una cacería de piratas a bordo de un viejo destructor con el que Kassa comenzó a improvisar algunas mejoras cuando la nave, bautizada como Shererit, le fue asignada.

La piratería en la costa este de Abyssinia ha sido un problema en los últimos meses, especialmente cerca de una zona que han bautizado como el Cinturón de los Olvidados, donde ha desaparecido un número considerable de naves en las últimas semanas. Kassa y su tripulación no tardan en divisar un barco mercante que está siendo saqueado y hundido por tres barcos a vapor capturados y reconvertidos por piratas. Que los piratas hayan asesinado a la tripulación y estén quemando el barco lleva tanto a Kassa como a Thrace a pensar que no son piratas, sino mercenarios con la tarea de interrumpir el comercio en esa ruta, algo con lo que Thrace parece bastante familiarizada. Kassa no descarta que los "piratas" estén trabajando para el Gremio, de modo que se lanza a la caza de ellos lanzando amenazas veladas de lo que implica enfrentarse a una nación puntera como lo es Abyssinia. Thrace replica que el Gremio está lejos de estar tan unificado como puede parecer por fuera y que no todas sus ramas optan por una aproximación tan violenta para resolver sus problemas, pero está claro que sus palabras caen en saco roto. Para alcanzarlos, Kassa ordena a la tripulación que activen una modificación del barco que hace desprenderse de la mitad del blindaje para ganar velocidad, una táctica arriesgada, si bien el Shererit cuenta con mayor alcance y potencia de fuego.

El sol casi se ha puesto y una tormenta se divisa en el horizonte cuando el Shererit abre fuego contra las naves saqueadores, partiendo el casco de la primera en dos. Las otras dos, viendo que no es posible huir, deciden dar la vuelta y atacar al destructor de Kassa cada uno por un lado. Saben que en esta batalla no habrán prisioneros. Uno de los barcos pirata recibe un impacto en el puente y se incendia, pero a pesar de esto, se lanza a embestir el Shererit y tratar de abordarlo, mientras el otro rodea la nave de Kassa para seguir disparándole por el otro costado. El destructor de Kassa y el barco en llamas chocan de lateral con un espantoso chirrido y lanzan todo lo que tienen el uno contra el otro. El combate a corta distancia entre los barcos es absolutamente brutal, con ametralladoras disparando a quemarropa entre ambos puentes al tiempo que los piratas abordan el destructor, dando inicio a un combate mano a mano. Thrace no pierde el tiempo y salta sobre la cubierta hacha en mano para trocear a quien se le ponga en su camino. Kassa está impresionada por la manera en que Thrace despedaza a los piratas sin miramientos, sin descartar que estos hayan estado trabajando para el Gremio. Después de la pasada que ha hecho el barco pirata, este es hundido por las armas auxiliares del Shererit y los que han abordado al destructor mueren a manos de la tripulación abyssinia. Solo queda un barco enemigo, todavía rodeando al Shererit y acosándolo con cañones ligeros. De pronto, el barco de Kassa se detiene en seco, con un nuevo enemigo asaltando desde estribor.

La noche ya ha caído, y con ella, monstruos anfibios emergen del mar aferrándose al casco del Shererit para devorar a su tripulación. Los marineros abyssinios están bien armados y equipados para enfrentarlos a pesar de las desventaja numérica, matando a las criaturas a golpe de sable y con las ametralladoras que tienen a mano. Por su parte, el barco pirata que quedaba deja de disparar, al contemplar la escena, justo cuando estaba a tan corta distancia que podría abordar el destructor. En el momento en el que se disponen a huir, Thrace salta sobre la cubierta del barco pirata, aparentemente, dispuesta a huir de la escena haciéndose cargo del barco y dejando a Kassa atrás para morir en su destructor. Kassa está en un combate que no puede ganar, con más y más criaturas ascendiendo por el casco del destructor y aniquilando a sus hombres. Para sacar partido de la potencia de fuego del barco, corta una de las ametralladoras pesadas que están ancladas al casco mientras la rodean los gritos de agonía de una tripulación que está siendo masacrada, arriesgándose a que en cualquier momento una criatura caiga sobre su espalda. Cuando logra hacerse con el arma, sale a cubierta, aniquilando a las abominaciones batracias con descargas mortales de su ametralladora, logrando con ello salvar la vida de los tripulantes que quedan. Por un momento parece que han sobrevivido, hasta que una aberración marina inmensa sale a la superficie rasgando el metal del casco como si fuera papel con gigantescas garras. La criatura está dispuesta a llevarse el destructor al fondo del mar arrastrándolo si hace falta. Kassa recarga el arma a la desesperada sobre una cubierta cada vez más inclinada, dejando llover sobre la cabeza del monstruo una salva de balas que lo obliga a cubrirse con la palma de la mano. El titán marino se estira para tratar de alcanzar a su agresora, solo para ser embestido por el costado por algo que no ha visto venir: Thrace, al timón del barco pirata que abordó, ha intentado empalar al titán con la proa. Con el gigante marino herido, Kassa puede ver que toda su tripulación ha saltado a la nave que Thrace se ha agenciado mientras ella distraía al engendro marino, y que su destructor se hunde bajo las aguas. 
 
Kassa termina su testimonio destacando la acción de Thrace al abordar ella sola un buque enemigo, eliminar a los piratas, y luego volver a rescatar a los abyssinios cuando fácilmente podría haber huido para salvar el pellejo. La acusación intenta retorcer el relato de Kassa, exponiendo sus dudas sobre cómo pudo ella acabar con todos los piratas a solas e incidiendo en que los piratas bien podrían ser mercenarios bajo nómina del Gremio. Kassa desecha estas afirmaciones, para ella solo están los hechos: Thrace atacó un barco a solas, se deshizo de sus ocupantes y luego rescató a tripulantes de un barco lleno de gente que sospechaba de ella. La acusación no disimula que este es un juicio político contra el Gremio.

Segundo testimonio: Capitán Samantha Thrace


Tras el encuentro con las Hordas Gorgojeantes en Abyssinia, Thrace fue transferida a Londres, donde la lucha se mantiene en los túneles y alcantarillas de la ciudad. El ejército de Su Majestad recuperó la superficie y las principales líneas subterráneas, donde la superioridad numérica de las Hordas Gorgojeantes no sirve de nada en un espacio cerrado en el que es imposible esquivar salvas de fusilería. Esto no quiere decir que la lucha sea un paseo, las Hordas han aprendido a excavar, plantando nidos en niveles inferiores a las construcciones que ya habían. Algunos de estos nidos son imposibles de alcanzar por estar bajo el nivel del agua, por lo que los combates se han convertido en un juego de localizar, destruir, señalizar y trampear lo lugares por los que puedan salir monstruos. Thrace comienza su testimonio estando en un puesto de mando inglés en calidad de supervisora después de los acontecimientos en Abyssinia, esta vez tomando un papel más directo en los combates. La propia Thrace va a ir con una escuadra del Gremio en una misión de reconocimiento, acompañando a un pelotón de las llamadas Ratas de Túnel, un cuerpo de soldados sacados de prisiones militares inglesas que se llevan la peor parte del combate a cambio de un perdón oficial. Este pelotón lo va a llevar el Brigada Price, muy a disgusto de trabajar con el Gremio. En pleno puesto de mando, Price acusa al Gremio de ser los culpables de haber arrojado sobre ellos a las Hordas Gorgojeantes. Thrace se toma estas acusaciones con filosofía. Para ella, sería mejor que hubiera una plan detrás del ataque, una mente maestra que planificó la aparición del Hombre Ardiente. Al fin y al cabo, según ella, uno puede acabar anticipándose a un enemigo que piensa de forma racional. Si, por el contrario, esto ha sido un fenómeno producto de un caos que no pueden prevenir, la situación es muchísimo mas grave.

La misión es una muestra del día a día de las Ratas de Túnel combatiendo en condiciones de absoluta oscuridad por túneles estrechos. El pelotón avanza con escudos que hacen de pantalla y escopetas recortadas al frente, al tiempo que fusileros y porta linternas van por detrás. Price le dice a Thrace que las Hordas pueden detectarles antes, pero no hay manera de que les ataquen desde el frente con toda la potencia de fuego que tienen. Durante el recorrido escuchan un grupo de aberraciones más adelante. Price lanza una bengala para cegarlos y en cuestión de segundos, todos los monstruos no son mas que amasijos de carne acribillada. La patrulla continúa hasta que se encuentran con un agujero en el suelo demasiado pequeño para una persona que seguramente lleve a un nido. Para no avanzar arriesgándose a un ataque por la retaguardia, Price decide continuar dejando a la escuadra de Thrace apuntando a ese agujero para cubrir su avance. Ambos grupos se separan y durante un rato no ocurre nada. Minutos después, Thrace escucha sonidos detrás de las paredes que los rodean. Está apunto de dar la orden de reunirse con los soldados de Price, cuando de los muros emergen dos Karkinois que rompen la linterna de Thrace y masacran a los soldados del Gremio. Thrace y los suyos tratan de defenderse disparando a oscuras contra las siluetas que dibujan los fogonazos y Thrace logra acabar con uno de ellos de un hachazo, para luego rematarlo a balazos. Pasan unos segundos de silencio. Al sacar una bengala, contempla que los cinco soldados que la acompañaban ahora están esparcidos por el túnel junto al Karkinoi, y que un reguero de sangre va por el túnel por el que se marcharon las Ratas de Túnel. Temiéndose lo peor, coge una de las linternas y corre para interceptar al pelotón de Price antes de que sean atacados por la espalda por el Karkonoi restante.

Llega demasiado tarde. Las Hordas atacaron a las Ratas de Túnel por dos direcciones a la vez. Incluso con esa desventaja, las Ratas fueron capaces de llevarse por delante al Karkinoi y a un número nada desdeñable de engendros. Entre los cuerpos mutilados de las Ratas de Túnel falta uno: el de Price.

De un recodo le llega un murmullo, posiblemente un herido Brigada Price. Thrace sigue el sonido hasta que este se transforma en un coro ronco, luego en un cántico que sale de varias gargantas que es capaz de entender. A través de una abertura se topa con un sótano construido justo al lado de los túneles en los que un grupo de personas están adorando un altar sobre el que se asienta un ídolo horrendo, a la luz de las velas. Los adoradores son despojos humanos que parecen no haber comido nada en días, de cuyos cuerpos salen protrusiones como venas negras. Muy lentamente van dándose cuenta de la presencia de Thrace sin detener por un momento el cántico que entonan y una forma horrible emerge de las sombras, un ser semi transparente y bulboso sostenido sobre tentáculos temblorosos, similar a una medusa. A Thrace no le lleva mucho tiempo adivinar que esa cosa es la responsable de lo que le ha sucedido a estas personas. Acaba con ella de un tajo de hacha, provocando que los adoradores caigan al suelo entre espasmos. Su cántico ahora se ha sustituido por un único deseo que susurran a la Capitán: mátanos. Tras poner fin a sus sufrimiento, Thrace agarra el ídolo para que sea inspeccionado por sus superiores. Es una estatuilla con forma de mujer que porta una armadura de escamas, cuya mitad parece retorcida. La mitad de su cara sonría y la otra tiene una mueca, la mitad de su armadura es prístina y la otra es harapienta, así con todos sus rasgos. La deidad a la que estaban adorando estos pobres desgraciados tiene un nombre: la Tirano Meridión.

De camino saliendo del túnel, Thrace es atacada por Price, que está dispuesto a matarla por lo que supuestamente ella y los suyos le han hecho a Londres. Con la linterna rota, Price se toma su tiempo burlándose de Thrace en un discurso que no hace mas que perder el tiempo. La Capitán no tiene tiempo para tonterías cuando es perfectamente posible que más bestias de las Hordas estén por llegar, así que a la primer oportunidad enciende una bengala casi en la cara de Price cegándolo y luego lo noquea a golpes. Y sin embargo, a pesar de que él la ha atacado primero, ella decide cargarlo sobre sus hombres y llevárselo de allí.

De vuelta en el juicio, Thrace no tiene ningún problema en reconocer que salvó a Price porque era un hombre hábil combatiendo a las Hordas y que en otras circunstancias habría acabado con su vida. En la situación actual, con la humanidad enfrentándose a monstruos, no merecía la pena matarlo por actuar según lo que él creía correcto. Al preguntar por qué él no está prestando declaración, nos enteramos de que Price murió haciendo volar unos túneles sobre las Hordas salvando cientos de vidas. La acusación intenta desestimar el testimonio por toda la parte del ídolo, sin mucho éxito. Thrace, luego de esto, llama su siguiente testigo, uno que por lo visto nadie ha visto entrar en la sala: Margaret Belle. Los magistrados se quedan pálidos ante la mención de la que es la mejor espía de todo el Imperio, que sube al estrado a relatar su testimonio, especificando que será solo aquello que no esté clasificado.

Tercer testimonio: Agente Margaret Belle


El primer encuentro entre Thrace y Belle fue en una cafetería de Londres. Después de intentar dar con una solución al enigma del ídolo, Thrace se dio de bruces con que nadie en el Gremio tenia ni idea de su procedencia. Su segundo recurso fue la Oficina del Servicio Secreto inglés en un intento de sacar alguna respuesta a lo que la Capitán había visto en aquel sótano. Por aquel entonces, las Hordas Gorgojeantes aún se tenían por un amasijo de seres descerebrados, pero que la ciudad de Londres fuera infestada por ellos el mismo día en el que los fanáticos de la Iglesia del Hombre Ardiente eran transformados, junto con la presencia de un culto humano en territorio de las Hordas, bien podía indicar que ambas entidades, las Hordas Gorgojeantes y el Culto del Hombre Ardiente, estaban coordinados entre ellos de alguna manera. Margaret Belle es la agente que envían los del Servicio Secreto, una espía de altísimo nivel que ya se sabe casi toda la historia de Thrace antes de encontrarse. Incluso le revela que sabe que el verdadero cometido de Thrace bajo esa fachada de diplomática es el de analista táctica. En otras palabras, Thrace es otra espía, a su manera.

Tras intercambiar con Belle sus sospechas acerca de la relación entre las Hordas y el Culto, Margaret la lleva en coche al distrito londinense de East End, donde por cierto, ella creció. Buena parte de los cultistas de antes de la Batalla de Londres vivían en esa zona, cuyos familiares ahora se encuentran bajo investigación gubernamental. Esa parte de la ciudad permaneció relativamente a salvo de las aguas, pero la cantidad de muertos ha hecho que mucha gente humilde se traslade a pisos abandonados, complicando mucho la tarea de llevar a cabo un censo. El lugar al que Margaret se dirige es el piso de uno de estos cultistas para "hacerle unas preguntas", llamado Carlton. El padre del cultista, un viejo de aspecto frágil, trata de impedir que entren en su casa, pero ellas hacen caso omiso.

La escena que se encuentran en la habitación del chaval es una estampa de horror. La estancia está cubierta por símbolos arcanos dibujados con la sangre de tres adoradores que han abierto un portal en el centro de la sala. Los tres fanáticos sonríen de oreja a oreja y atacan a Margaret y Thrace. La Capitán noquea a Carlton y entre las dos se deshacen con facilidad de los otros adoradores. Como detalle, me gusta que Thrace se limite a disparar en la cabeza de uno de ellos mientras se transforma, en lugar de esperar como una boba a que termine de hacerse más fuerte.

El portal no ha terminado de abrirse. Permite ver lo que hay al otro lado, pero es imposible de cruzar, como una ventana cerrada. Lo que se ve es una enorme sala llena de seres encadenados, cosas que antes fueron humanas y ahora solo son retazos de humanidad y locura contaminados por el Hombre Ardiente. Entonces escuchan una voz detrás de ellas, la del padre de Carlton, que también era miembro del Culto. El hombre les dice que tanto ellas como él tienen un enemigo común, las Hordas Gorgojeantes. Así pues, aunque tanto las transformaciones de los adoradores del Hombre Ardiente como la aparición de las Hordas ocurriesen el mismo día, esto no se debió a ningún plan. Simplemente, ambos grupos  aprovecharon la misma oportunidad brindada por el Hombre Ardiente cuando rasgó el tejido de la realidad en Londres. Sus palabras eliminan la idea de una alianza entre ambos grupos, confirmando además, por otro lado, que sí existe un poder detrás de las Hordas Gorgojeantes, uno que, según el cultista, espera ser capaz de dominar la Tierra. Recordando el ídolo de los túneles, el nombre de Meridion cobra un sentido totalmente nuevo para Thrace. El cultista les ofrece unirse a él, no como parte de una alianza, sino como parte de su secta, para que adoren al Hombre Ardiente como medio de salvar la humanidad. Contemplando las abominaciones en las que se convierten sus fieles, Margaret considera que ya ha oído bastante y asesina al cultista.

Entre las dos cierran el portal dándole de machetazos a una criatura que intenta pasar. Sobre la única pieza de mobiliario de la habitación se encuentra una copia del libro escrito por Ephraim Wade, Contiones de Rege Flammae. Margaret aconseja no leerlo, consciente de que el Grupo de Operaciones Especiales se declaró renegado después de echarle un vistazo. Thrace, por su parte, opina que debe haber alguna respuesta en el libro, algo que las ayude a anticiparse a los movimientos de las Hordas o el Culto y pide a Margaret que sea decodificado por alguien de dentro de la Oficina de Servicios Secretos.

Al final de su testimonio, Margaret revela que el libro per se es inofensivo si uno no cree en sus palabras, hasta que quien lo ha leído es expuesto al Hombre Ardiente, lo que provoca las mutaciones y la locura. Este relato es clave para entender el último testimonio, en el que por fin llegamos al suceso por el que se juzga a la Capitán Thrace: una batalla en Stonehenge, a la que Thrace y Margaret llevaron una compañía entera de fuerzas inglesas. Además de varios informes que comunicaban avistamientos de las Hordas Gorgojeantes en la zona, la Capitán Thrace había estado soñando con Stonehenge. Algo se cernía sobre el túmulo milenario. La Capitán ocupa el estrado una segunda vez para dar su último testimonio.

Cuarto testimonio: Capitán Samantha Thrace


Este último testimonio va al grano. Al mando de una columna de cien soldados con casi todo lo que tiene que ofrecer el Imperio Inglés, Margaret y Thrace se dirigen a Stonehenge. Las noticias que les han llegado son siniestras: desapariciones, ganado masacrado y avistamientos. Uno de los Dragones ingleses que había avanzado a explorar alcanza la vanguardia de la columna para informar a Margaret de que Stonehenge ha sido tomado por las Hordas, más de trescientas criaturas dominan la colina sobre la que se asienta el antiguo túmulo. Sobre ellas, el cielo está formando un patrón extraño, como un tornado que no gira sino que absorbe las nubes. Se avecina un portal.

Cuando la compañía llega a las faldas de Stonehenge apenas tienen tiempo para organizar una línea de batalla antes de que la primera oleada de bestias descienda sobre ellos. Los soldados del Imperio están sobrados de armas y convierten la ladera en un cenagal de tripas y despojos en muy poco tiempo. Fusileros, granaderos, ametralladoras Gatling del Gremio y Dragones a los flancos acribillan sin compasión a las Hordas. Solo unos pocos bichos y un Karkinoi cruzan la zona de muerte de las armas inglesas infligiendo algunas bajas. Esto no es una victoria contra las Hordas, todavía. De momento solo estaban poniendo a prueba la fuerza del enemigo.

Una lluvia torrencial cae sobre el campo de batalla. En la siguiente oleada las Hordas se arrojan con todo lo que tienen, con sus miembros más débiles al frente para absorber la peor parte del fuego de fusiles y granadas. Tanto Margaret como Thrace se unen a la refriega en un mano a mano junto a una unidad de Fronterizos de Gales que aplastan a los monstruos haciendo uso de arneses de combate a vapor. Ya hemos visto a Thrace combatiendo con su hacha, pero Margaret no se queda atrás. La agente inglesa es capaz de teleportarse a cortas distancias sin ningún esfuerzo, atacando ahí donde las Hordas no se lo esperan. Luchar contra ella es como pelear contra un fantasma. Cuando la segunda oleada ha sido aniquilada, el recuento de bajas de los ingleses asciende a casi la mitad de la compañía. A pesar de su potencia de fuego, los están desgastando poco a poco.

Lo peor aún está por llegar. Un portal se abre en lo alto de la colina, derramando agua de los mares de Malifaux y sus habitantes, entre ellos un Reptante Alfa, un titán de las Hordas Gorgojeantes. Las fuerzas inglesas que quedan no pueden hacer mucho contra la que se les viene encima, pero retirarse implicaría dejar pasar a muchos más monstruosidades a la Tierra. Tampoco tienen nada que pueda cerrar el portal, ningún conjuro ni aparato de alta tecnología para lidiar con esta situación...salvo un recurso. Thrace ha leído el libro del Culto del Hombre Ardiente en su versión original. Los sueños que tenia de Stonehenge son producto de su lectura, un presentimiento producto de haber permitido que la influencia del Hombre Ardiente perfore su mente. Otro efecto secundario, más beneficioso, es que tal vez pueda cerrar el portal usando la misma magia que sus adoradores, solo que a la inversa. 

Margaret aferra a Thrace del brazo y hace una teleportación a larga distancia mas allá de la retaguardia de las Hordas, hasta las columnas de piedra en la cima de la colina, quedando agotada por el esfuerzo de usar su poder de esa manera. Las fuerzas inglesas que quedan están dándoles tiempo a expensas de sus vidas, permitiendo a Thrace dibujar sobre los pilares símbolos que nunca ha visto, usando su propia sangre, musitando un conjuro que jamás ha oído. Todo lo que hace es producto de los efectos de la influencia del Hombre Ardiente. El portal se contrae y se quiebra, volviéndose más inestable por momentos. Con un trueno final, la afluencia de monstruos se corta en seco. Para los soldados que quedan, sin embargo, ya es demasiado tarde. La única manera para que ellas dos puedan sobrevivir es que lo que queda de la compañía distraiga a las Hordas para permitirles la retirada, muriendo hasta el último de los soldados.

La acusación está consternada por el relato de la Capitán Thrace. El sacrificio de la compañía, a pesar de que haya valido para impedir una invasión de las Hordas Gorgojeantes, es injustificable para ellos, un crimen por el que esperan que se la condene. Ella se defiende aludiendo no solo a la extrema necesidad de la situación, sino que recuerda a todos los presentes la horrible realidad del mando en la guerra que libran, la de mandar a hombres y mujeres a sufrir una muerte horrible en el campo de batalla para que un grupo de civiles, un convoy de recursos o información vital lleguen a su destino, los precios a pagar por cada victoria a largo plazo. Esto enlaza con el relato de Las Legiones de Zereghi, en la que se nos hablaba de que una batalla ganada siempre es un intercambio que exige un sacrificio en vidas humanas. Este juicio no es más que una pequeña lucha política entre el Imperio Inglés y el Gremio, algo que tendría sentido si no se estuviesen enfrentando a enemigos sobrenaturales que jamás aceptarán una rendición. 

Al final, Samantha Thrace es declarada "no culpable". Margaret le da la enhorabuena a la salida del campamento militar en el que ha tenido lugar el juicio. En un futuro, dice, podrán seguir trabajando juntas, siempre y cuando sus acciones no la conviertan en un enemigo del Imperio Inglés.



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